Descripción
La última y soberbia novela de Maryse Condé. Un poderoso testamento literario. Un relato de dimensiones bíblicas con ecos de García Márquez, Carlos Fuentes o Saramago.
La madrugada de un domingo de Pascua, una madre recorre las calles de Fond-Zombi y un bebé abandonado llora entre las pezuñas de una mula. Ya adulto, Pascal es atractivo, mestizo sin saberse de dónde, y sus ojos son tan verdes como la mar antillana. Vive con su familia adoptiva, pero el misterio de su existencia no tarda en hacer mella en su interior. ¿Cuál es su origen? ¿Qué se espera de él? Los rumores vuelan por la isla. Se dice que cura a los enfermos, que lleva a cabo pescas milagrosas… Se dice que es hijo de dios, pero ¿de cuál? Profeta sin mensaje, mesías sin salvación, Pascal se enfrenta a los grandes misterios de este mundo: racismo, explotación y globalización se funden con sus propias vivencias en un relato lleno de belleza y fealdad, de amor y desamor, de esperanza y derrota.
«Maryse Condé tiene un estilo inimitable para dibujar personajes fuertes y auténticos.» —Le Monde, Véronique Maurus
CRÍTICA
«Las historias de Maryse Condé son ricas, coloridas y gloriosas. Atraviesan continentes y siglos para penetrar en el corazón de sus lectores.» —Maya Angelou
«Un regocijante falso relato bíblico protagonizado por un joven profeta de las islas que no sabe a qué santo consagrarse.» —Philippe Chevilley, Les Echos
«Maryse Condé combina un gran talento para contar historias con un poderoso sentido del humor.» —The New York Times Book Review
«Jamás he leído un texto tan salvaje, tan duro y tan tierno al mismo tiempo.» —Junot Díaz
«Maryse Condé es un tesoro de la literatura universal. Escribe desde el centro de la diáspora africana con brillantez y una profunda comprensión de la humanidad.» —Russell Banks
«Con una obra rica, profunda y comprometida, la escritora antillana está considerada como un “monstruo sagrado” de las literaturas francófonas.» —Lourdes Ventura, El Cultural
«Condé es una maestra en el arte de la narrativa autobiográfica.» —Ivana Romero, Clarín